viernes, 5 de septiembre de 2014

Las Cinco Etapas


Las cinco etapas del volverse anarquista.
 

Tal vez eres un libertario, ¿pero un anarquista? No, de ninguna manera. Sin embargo algún día puede que lo seas.

En el camino al anarquismo hay cinco etapas. Y a diferencia de las aplicaciones convencionales del modelo de Kübler-Ross el resultado final no es pérdida o muerte, sino vida y libertad.

1: Negación
Para tí el anarquismo es absurdo, insostenible e imposible. Debe ser ignorado y abandonado. Por otra parte tu ininteligible ideal de "gobierno limitado" debe mantenerse en alto y perseguido sin pausa. Puedes o no pensar que el fenómeno de "fallas del mercado" es real.
Un amigo tuyo anarquista te acerca una copia del Manifiesto Libertario de Murray Rothbard, mientras orgulloso te dona una remera impresa con logos, tu le afirmas "he aprendido todo lo que necesito saber de Ayn Rand y de Milton Friedman, muchas gracias"

2: Bronca
¿Por qué estos molestos anarquistas socavan el movimiento libertario? Justo cuando respetables políticos liberales comienzan a influenciar a sus colegas, algún renegado anarquista mancilla los logros. Y tan pronto como el libertarianismo gana un ápice de respeto del público en general, los anarquistas le recuerdan a cada uno cuan loca es la libertad.

Si eres confrontado por un anarquista particularmente persistente, le citas a F.A. Hayek asumiendo que eso lo acallará antes de arrancar. "Probablemente nada ha dañado tanto a la causa liberal (libertaria) como esa férrea insistencia de algunos... en ciertas reglas generales acerca del principio de laissez faire."
Por otra parte, aún si los caminos privados fueran posibles, seguramente el gobierno se necesita para proveer la defensa nacional. Después de todo la Constitución así lo dice.

3: Negociación
Bueno, bueno, quizás los anarquistas tengan algunos puntos sólidos. Estás deseando hacer tal concesión. Pero aún así, vivimos en un mundo de realidades.
Tu heroe, Ludwig von Mises, lo sabía. Por esa razón rechazó la ausencia del Estado apuntando que "El anarquismo no entiende la naturaleza real del hombre. Sería practicable solamente en un mundo de santos y ángeles".
También tu novia estatista (o novio, esposa o esposo) justo llegó a un acuerdo con tu inhumana creencia en la institución de la propiedad privada y está durmiendo contigo nuevamente. No estás en condiciones de pasar ese mensaje. En tanto esos anarquistas te dejen
tranquilo, tu no te meterás con ellos.
Ante una nueva insistencia de tu amigo anarquista, a regañadientes lees el Manifiesto de Rothbard.

4: Depresión
Después de leer a Rothbard el mundo que te rodea colapsa. Te cuestionas tus creencias fundamentales.
¿Puedo yo realmente ser uno de ellos? te lamentas. "Ahora no hay esperanza para mi".
En el precipicio del anarquismo te aferras al último dogma del poder estatal que aún crees podría ser legítimo: la justicia. aún si el libre mercado puede proveer cantidades adecuadas de aire puro, defensa y policía ¿como podria solucionarse una disputa entre entes privados?

5: Aceptación
Un día todo encaja exactamente. Cualquier disonancia cognitiva persistente se evapora y la niebla se disipa. Haber leido a Hans-Herman Hoppe tiene algo que ver con ello, logicamente, pero fué tu habilidad  para librarte de los grilletes del pensamiento convencional lo que finalmente te condujo a tu completo rechazo del Estado.
Alcanzas una cima de clase intelectual. Tu concepción de sociedad ya no incluye la estrecha restricción retrospectiva del Estado y su progenie de guerra, opresión, tiranía e injusticia. los individuos no necesitan ser circunscriptos para ser civilizados.
e das cuenta que el Estado no es un virus del que podemos inmunizarnos exponiendonos a pequeñas dosis. Es un tumor canceroso que se alimenta de aquellos que ignoran su verdadera malignidad. Concluyes en que "gobierno limitado" es un oximorón.


Repentinamente, eres un anarquista. Lo experimentas en el preciso momento cuando te das cuenta que el Estado es supérfluo.
Y aúnque probablemente no sea un tema de conversación educada en reuniones y fiestas, lo largas de cualquier manera. "Soy un anarquista", sueltas en toda oportunidad, aúnque sea sin mas razón que disfrutar de los aspectos de perplejos que siempre resultan.

Luego de unas tres horas y media de conversación al menos uno de tus interlocutores queda suficientemente intrigado para echar un vistazo a ese excéntrico Rothbard. Ahi comienzan las cinco etapas en otro individuo, y con eso bien valió la pena el tiempo invertido.

Dentro de cada libertario hay un anarquista esperando ser liberado. Eres estatista o no lo eres, no existen términos medios.